Karina Peisajovich



Situaciones en el espacio: una conversación con Karina Peisajovich
Por María Carolina Baulo


Karina Peisajovich nació en Buenos Aires, Argentina en 1966. Su formación tanto teórica como práctica en el campo del arte comienza con los estudios cursados en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón entre 1984 y 1988. Tres viajes van a marcar un punto bisagra en el desarrollo de su carrera: un primer viaje será a principios de los 90 a los Estados Unidos y a Europa donde toma contacto con la matriz primigenia de todo aquello que parecía tan lejano pero a su vez tan inspirador. En 1995 participa en la Beca Kuitca y hacia 1998 comienza a trabajar con las obras de luz. Un año más tarde hace un segundo viaje que la llevaría nuevamente a los Estados Unidos donde participa en una residencia para artistas internacionales ART OMI. Es recién en el 2001 cuando recibe un premio del Fondo Nacional de las Artes y Comisión Fulbright para participar de una nueva residencia en Nueva York, el ISCP (International Residency and Curatorial Program). Este tercer viaje hace que Karina permanezca allí un año y medio, aprovechando todo aquello que las puertas del escenario internacional, que se estaban abriendo frente a sus ojos, podían brindarle. Regresa a Buenos Aires en enero de 2003, donde reside y trabaja desde entonces.

MCB: ¿Qué te llevó a acercarte al arte?

KP: Ser artista no fue algo planeado de antemano.   Desde chica siempre hice actividades ligadas al arte. Estudié muchos años piano y danza. Creo que de alguna manera todo se fue dando naturalmente.

MCB: ¿Sentís que el arte te eligió a vos o es a la inversa? ¿Cuál es la historia detrás de esta elección?

KP: Mi formación artística fue transitando por distintos carriles que se fueron cruzando a través del tiempo, a veces desde lugares impensados como tocar batería, tomar clases con un electricista o hacer un seminario de historia del rock. Siempre tengo la sensación de que lo que empieza siendo una simple curiosidad se filtra y conspira finalmente para materializarse en una obra. Mis años de estudio en Bellas Artes coinciden con los primeros años, aun frágiles, de la democracia en Argentina. En esa   época me vinculo con la escena under, que era lo más interesante que sucedía en la ciudad. En 1992 vuelvo a pintar pero es recién a fines de los 90 cuando comienzo a hacer las primeras obras de luz.

MCB: ¿Cómo te definirías: como una artista plástica, una pintora, una escultora?

KP: Me siento mas cómoda definiéndome como artista visual.   De algún modo me permite pensar mi trabajo con más libertad.

MCB: ¿Que lugar ocupa la escultura dentro de tu producción?

KP: En abstracto podría pensar en la escultura como una irrupción del espacio dentro de la materia o viceversa. La escultura es objetual, por esta razón pensar   en términos escultóricos me resulta lejano. Sin embargo mis instalaciones usan el espacio como una "forma" y este espacio forma un nuevo cuerpo con volumen propio. A veces diseño espacios específicos para la obra.

MCB: ¿Qué te permite expresar el uso de la tridimensión que no podrías expresarlo plásticamente de otra forma?

KP: Manipular el espacio y el tiempo real.   La tridimensión expresada en el plano bidimensional sigue siendo un recorte, una   ventana que atrapa al mundo de las imágenes en el espacio y en el tiempo. Cuando empiezo a trabajar directamente en el espacio, me doy cuenta que puedo expresar otras ideas que en el plano bidimensional me eran imposibles.   Al trasladar la pintura del bastidor a la pared y después al espacio arquitectónico hago un giro en la obra, que está basado precisamente en las tensiones que ligan a la representación con sus condiciones de posibilidad. La obra surge del cruce entre el espacio arquitectónico y el espacio de representación. Exactamente en esa intersección es donde el trabajo se activa y sucede. Por otro lado trabajar sobre el espacio real me permite incluir al espectador como parte de la obra. El espectador   como tema y sustancia de la obra. Por ejemplo, en el momento de planear una instalación imagino sus ojos y su   desplazamiento dentro del espacio. Hago ensayos, dibujos y maquetas en escala pensando en todos esos desplazamientos posibles. El espacio invade el campo perceptivo ... el campo perceptivo de algún modo es más amplio que el visual.

MCB: Nos interesa destacar aquel espacio que deja de ser bidimensional y compromete al espectador. Sobre los trabajos de iluminación, tan característicos de tu producción, ¿Qué nos cuentan?

KP: Cuando trabajo en una instalación uso el espacio como un campo de batalla donde se ponen en juego todos los elementos que solía usar en mis pinturas, solo que empiezo en la oscuridad    La oscuridad como un estado de la luz, y la sombra como un plano de oscuridad.   La oscuridad es atacada por la luz y aparece un volumen que en verdad no existe. La luz se vuelve pincelada y mancha la pared. La pared se desdibuja por una sombra. El espacio real empieza a parecer otra cosa. El ojo se inquieta. Como parte del   mecanismo de la obra estas situaciones son inestables.   La obra transcurre y sucede en el tiempo, por medio de secuenciadores que activan la entrada y salida de luz.   La obra muta, haciendo que el tiempo sea indisociable de las imágenes mismas .

Los trabajos que en muchos casos son concebidos para espacios arquitectónicos específicos, heredan del espacio renacentista, pero no están pensados para situar al espectador en un lugar seguro y conmensurable, sino que por el contrario, invento situaciones espaciales sostenidas por fuerzas geométricas que intentan mas bien alterar y disolver las líneas constructivas de la sala. De algún modo me siento como una pintora de principios de siglo XX.


Publicado en Sculpture Magazine 
Diciembre, 2007

 



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